Moda
El
diccionario de la Real Academia Española de la Lengua contempla la entrada “moda”
como palabra proveniente del francés mode.
Se entiende por moda, el uso, modo o costumbre que está en boga durante algún
tiempo, o en determinado país, con especialidad en los trajes, telas y adornos,
principalmente los recién introducidos.
Esta
es una definición de carácter general, adecuada, como es de precepto, al uso
actual de la palabra moda. Sin embargo, la componente temporal que define la
moda no existió desde el origen de la misma. El término moderno de moda, tal y
como señala Maribel Bandrés Oto, comienza a utilizarse en el siglo XVII en
Francia por las clases altas, a saber, la Corte y la aristocracia circundante a
la misma, con la intención de diferenciarse de la moda sobria que por aquel
entonces se lucía en la Corte Española, su gran rival europea. Para esta autora
moda proviene del latín modus, que
podemos interpretar como modo, maniera o incluso forma, y de ahí derivaría el
término inglés fashion. Por tanto,
podemos decir que se trata de un término recurrente a lo largo de la historia,
desde la Antigüedad, pero no con el significado actual. Hasta el siglo XVII la
moda y sus cambios no se debieron a una voluntad de creación de algo nuevo,
sino que los cambios que se produjeron en la indumentaria se vincularon a una
necesidad concreta, casi siempre práctica.
Cuando
hablamos de moda hablamos de algo que dura un tiempo determinado y que luego
cambia. La moda, ya centrándonos en la acepción moderna, tiene, a mi juicio, cuatro puntos clave: temporalidad, cambio, creación y capricho.
El
tiempo es la variable que siempre aparece pero que no podemos determinar con
precisión porque hay modas que duran días, meses o años. El cambio es inherente
a las modas, que tienen un comienzo y un final. Cuando surge una nueva moda,
tendemos a centrarnos en ella y a abandonar poco a poco la anterior. En tercer
lugar, y, unido al cambio, está la creación entendida como la voluntad de
alumbrar algo nuevo, no por necesidad sino como pieza que retroalimenta al
cambio. Y por último, el capricho, que es algo que, sin ser necesario (y por
tanto opuesto al sentido que decíamos tenía en la moda anterior al XVII), nos
seduce hasta tal punto que lo adoptamos sin tapujos, porque nos reafirma dentro
de una estructura social y económica determinada.
De
la definición de la RAE, además de la variable temporal, se extrae la variable
geográfica, que hoy en día, en un mundo globalizado, es posible que debiera
revisarse y poner el acento en la sorprendente capacidad de las modas para
asentarse al unísono en diferentes países. La moda se ha globalizado, pero
sobre todo se ha democratizado, aunque esta afirmación tenga muchos matices
porque no es lo mismo vestir un abrigo de alta costura que uno de una firma low-cost,
aunque la inspiración y la utilidad sea la misma. Esto nos lleva a dar un paso
más, hoy día cualquiera tiene acceso a la moda pero no así a una obra de arte
que es el último estadio de la moda.
Precisamente,
hace unos días, cuando revisaba diferentes fuentes para escribir este post,
cayó en mis manos un artículo de autor desconocido titulado The Dressmakers of France el cual apareció publicado en la edición de agosto de
1932 de la revista Fortune. En dicho
artículo se hace un recorrido por los principales modistos franceses desde el
que está considerado el padre de la alta costura, Charles Frederick Worth,
pasando por Callot, Poiret, Lelong, Vionnet, etc., hasta llegar a Chanel,
Lanvin y Augustabernard. Pero además de esto, el artículo dedica su parte final
a disertar sobre de dónde y porqué surge la moda entendida como creación. Este
autor sitúa el nacimiento de lo que hoy conocemos como alta costura a partir de
la segunda mitad del siglo XIX en el París de la Emperatriz Eugenia, momento en
el que los grandes diseñadores comienzan a dar sus primeros pasos, como es el
caso de Worth, que llega a París en 1846. Es el momento en el que las grandes
damas pasean sus mejores galas desde la parte Este de París, que incluye la
Plaza Vendôme y la Rue de la Paix, hasta el Etoile, o pequeñas excursiones al
Bosque de Bolonia, en el Oeste. Los modistos diseñaban pensando en estas
grandes damas, lo que las convertía en árbitros del gusto de la época.
Emperatriz Eugenia, por Francisco Javier Winterhalter
En
este mismo artículo se presenta a los modistos como creadores de novedades
aunque muchas veces confluyan en creaciones con ciertas similitudes porque las
fuentes en las que se inspiran son las mismas,
y las personas a las que dirigen sus creaciones también son las mismas e
incluso, las manufacturas que proporcionan los materiales son las mismas, lo
que limita ciertamente la creación. Pero será esa capacidad creadora y de
empatizar con la situación socioeconómica que les rodea lo que traerá mayor o
menor fortuna a los modistos.
Para
terminar, solo quiero hacer constar que en una sociedad como la actual sumida
en una profunda crisis económica y social, necesitamos más que nunca el trabajo
de modistos consagrados o de nuevas
promesas que tengan la capacidad de crear una indumentaria que llene de
optimismo y de ganas de mejorar a todo
aquel que la vista.
Bibliografía:
BANDRÉS
OTO, M. El Vestido y la Moda. Larousse,
Barcelona. 1998.
The Dressmakers of
France
Diccionario
de la Lengua Española. Vigésima Segunda Edición.
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Abcdario de la Moda
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